La Osa Pérez y el Engañ-oso. (La palabra tiene poder)

Introducción para quien no conozca aún a la Osa Pérez

En el país de los Osos, también llamado Osolandia, viven los osos más listos del mundo, porque hablan, se visten, van a la escuela, comen en platos y con cubiertos... vamos, que son como niños y personas normales, solo que con más pelo y más gorditos. En su país no hay personas, viven con otros animales en sus casas, dentro de un bonito bosque. Comen verduras, frutas y miel, no comen otros animales, y si vieran un niño, no le atacarían, sino que se harían amigos, porque son muy buenos y agradables.


Como cualquier niño o niña, tienen nombres, pero no son los nombres que se les ocurre a sus padres osos, son nombres que explican su personalidad, es decir, cómo son y cómo se comportan.

Por ejemplo, nuestra amiga la Osa Pérez, se llama así porque es una Pérez-osa y no la gusta trabajar. Su papá es muy divertido y bromista, así que se llama Oso Graci, es decir, Graci-oso. La mamá es más seria, y no se suele burlar de nada, por eso se llama Respetu-Osa. Pérez-osa tiene dos hermanos, a su mellizo, le gusta mucho jugar, con todos los juegos se entusiasma y solo piensa en jugar, así pues, se llama Oso Riji, Riji-oso. Y el mayor es un trabajador que siempre quiere acabar pronto, y por eso es el oso Hacend, Hacend-oso.

La Pérez-osa tiene un espejo mágico por el que pasa al país de una niña, la Princesa Alejandra. Se hicieron las mejores amigas y corrieron sus aventuras juntas. Y siguen juntas ayudando a quienes las necesitan, porque son muy listas y siempre encuentran soluciones.

Empieza la aventura.

La liga de fútbol infantil estaba haciendo estragos en la aldea de nuestra amiga Pérez. Naturalmente, ella no estaba jugando a ese deporte tan cansado, pero cómo no, su hermano Riji-oso sí jugaba en el equipo de su barrio, el Ososuna, y estaba entusiasmado porque iban de los primeros.

Cada tarde, Riji hacía corriendo la tarea del colegio, y después se iba a la cancha. Allí veía jugar a los adversarios y cuando le llegaba el turno, jugaba el indómito Ososuna. A veces, alguno de la familia iba a verle jugar, otras, lo esperaban a la hora de la cena para escuchar sus crónicas deportivas, siempre muy vividas.

Esta noche, cuando llegó el osezno, se lavó y se sentó a la mesa con aire agotado. Su padre, el oso Graci, se interesó:

- ¿Qué tal, otra victoria del indómito Ososuna?

    El futbolista respondió con voz entre cansada y enojada:

- Conseguimos empatar, hoy era un partido muy difícil contra el Athletic Bilboso.

- ¿Son muy buenos? -Se interesó su hermano mayo Hacend-oso.

- No. -fue la respuesta.- Pero es el equipo de Engañ-oso.

- Qué pasa, -ahora fue su hermana Pérez- ¿es tan bueno como Mesi-oso?

- Ya le conoces de la escuela, engaña a todo el mundo, y cuando juega al fútbol, vuelve loco al árbitro y al equipo rival, que ahora somos nosotros. Si le quitan el balón, hace como que fue falta; si la tira él fuera, dice que fue alguien del otro equipo, cuando está en el área, se tira al suelo y dice que ha sido penalti; si le tocas, finge que le has lesionado... es imposible jugar a gusto con ese elemento.

    Ahora fue su mamá, Respetu-osa, la que intervino.

- Hijo, eso es poco respetuoso de tu parte, es un poco pícaro, nada más.

    El osezno no quiso discutir con su madre, pero Pérez no era perezosa para eso:

- Pues tendrías que verlo en la escuela. Nunca lleva la tarea, y se inventa mil excusas para engañar a la profesora; si le toca salir a la pizarra, finge que le duele el brazo, y en los exámenes, siempre quiere copiar a todo el mundo. Si eso es ser un poco pícaro, yo soy muy trabajadora.

    Todos se rieron con el comentario de la pequeña y siguieron cenando tan felices. No hubieran vuelto a mencionar el oso Engaño si no fuera por que en la escuela hizo otra vez de las suyas, y esta vez contra Riji-oso, con el que estaba enfadado después del partido de fútbol, por haber metido el gol del empate.

- Mamá, -anunció el osito al llegar a casa- hoy casi te llaman para ir a la dirección. Y por culpa del "pícaro" Oso Engaño. Afortunadamente, mi hermana me ayudó.

- ¿Qué pasó? No habrás hecho nada malo...

- Claro que no, mamá. Yo no hice nada. Engaño-oso hoy no trajo la tarea hecha, y para que no le pusieran un cero, dijo que la había terminado, pero que yo le había robado el cuaderno para copiarla y no se lo quería devolver.

- ¿Y la profesora le creyó?

- Pues sí, porque se puso a llorar lágrimas de cocodrilo. -Respondió Pérez- Dio todo un espectáculo.

- Total, -siguió Riji- que ya me llevaban al despacho del oso director, cuando Pérez me salvó. 

- Durante el alboroto -explicó la osita- me puse a buscar el cuaderno, porque se lo había visto antes, y me fijé que estaba debajo de su silla. Lo saqué y se lo di corriendo a la profesora. Ella lo abrió y vio que la tarea estaba anotada, pero no estaba hecha, así que supo que la estaban mintiendo, y ahora el castigado es Engañ-oso, que ya se lo merecía.

- Al fin lo han pillado -corroboró su hermano- ya era hora.

- Pues tienen razón -apoyó su madre- esa actitud es intolerable. Pero no crean que va a aprender tan fácilmente, ya veréis como sigue con sus engaños; y si además es vengativo, cuídense los dos.

- Tienes razón mamá -asintió Pérez- la vigilaremos para que no nos haga nada.

- Nos hará falta un ejército para parar las patas a ese descarriado. -advirtió Riji.

- Precisamente tenemos un ejército, -sonrió su hermana- el ejército de Alejandra.

    Así que al día siguiente, la osezna habló con este ejército, es decir, por los osos y osas a los que Alejandra y ella misma habían ayudado antes, y todos prometieron que no lo perderían de vista; también estaban cansados de ese Engañ-oso.

La venganza de Engañ-oso no se hizo esperar. Durante el recreo, jugando al futbol, volvió a acusar a Riji-oso, diciendo que la había pegado una patada en la rodilla para lesionarlo y que no podía andar. Ahora fue Horror-oso quien protestó diciendo que ni le habían tocado, que él lo había visto. El cuentista se olvidó de llorar y se acercó a Horror-oso para decirle algo, pero también se olvidó de cojear, y cuando Riji lo señaló, todos se rieron del mentiroso.

La siguiente víctima fue Pérez, o eso intentó el vengador. En clase de matemáticas, cuando el profesor escribía una fórmula en la pizarra (el teorema de Oso de Mileto), alguien tiró una bolsa de agua que se reventó y mojó la mesa del oso Engaño. Enseguida, éste se puso a grita y llorar:

- Ha sido Pérez, yo quise impedírselo pero me pegó con su libro en la cabeza.

    El profesor miró enfadado a Pérez, pero esta vez fue Pulg-oso el que terció, diciendo:

-Mentira, ha sido Engañ-oso, que yo le he visto, y todavía guarda otra bolsa con agua detrás de su silla.

    Entonces el aludido quiso esconder la bolsa, pero también se reventó, así que se quedó mojado y castigado por querer engañar al profe. Se pasó la hora del recreo limpiando el aula.

Viendo que no podía con los dos hermanos, pensó que podría con Horror-oso, y quiso esconder su propio cuaderno en el pupitre del osito, pero fue Riji el que le vio, lo sacó y se lo puso a su dueño cuando éste fue hacia la mesa del profesor a mentirle.

Al día siguiente, agarró el balón de futbol y lo desinfló para acusar a Pulg-oso, ya se relamía de su venganza, cuando salió Desastr-osa a la palestra y demostró que el falsario tenía en su cartera la aguja para deshinchar balones, aunque él lloraba diciendo que no la tenía.

Finalmente, se rindió. Todo le estaba saliendo mal y no ganaba nada. 

- Dejaré a esos osos por el momento, y me dedicaré a lo mío -reflexionó.- A ver cómo engaño a la profe de ciencias osociales, que su tarea era un rollo y no la he hecho.

    Al empezar la clase, la profesora pidió a todos la tarea; todos se la entregaron, menos el oso Engaño, que sacando sus famosas lágrimas de cocodrilo, simuló gemir: 

- Yo no he podido hacer la tarea, porque me duelen las muelas, profe, y no pude concentrarme ni estudiar.

    Para su alegría, esta vez nadie le delató, librándose así de su merecido cero. El ejército de Alejandra solo era defensivo, así que, aunque sabían que era mentira, no dijeron nada. Nada habría pasado si no fuera porque la misma profesora de ciencias osociales estaba cuidando durante el recreo, y estaba fijándose que el "enfermo" estaba muy feliz y sin dolor. Lo hubiera dejado pasar cuando vio que para comer, sacaba un cucurucho de nueces bien duras, claro, y que las partía con sus dientes sin dolor alguno. Así que una vez más, Engañ-oso fue castigado y su mamá llamada a dirección.

El director esta vez estaba muy serio, y exigió a la señora osa que tomara medidas serias, porque los profesores estaban ya muy cansados de ser engañados y el osito iba a repetir curso si seguía así; incluso le aconsejó que visitara a la osa psicóloga, Respetu-osa.

Por esto, Riji y Pérez tuvieron la sorpresa de ver aparecer a su compañero de clase en su casa. Su mamá, claro, se encargó de la consulta, y estuvo largo tiempo. Afortunadamente los ositos ya sabían algo de cocina y prepararon una rica cena, que si no...

Cuando la mamá pudo sentarse a la mesa, suspiró y comentó:

- Ese amigo de ustedes no tiene cura. Simplemente hace eso porque le va bien, se divierte, se siente superior. Le va a ir muy mal en la vida. Su madre lloraba y lloraba, pero el osito insistía que él no había hecho nada malo. La tuve que decir que la ayudaría, pero no sé cómo. Me recuerda al caso de Pulg-oso...

    Y al decir esto, miró a la Pérez-osa con esperanza. Claro, Pérez había tenido la idea para curar al oso Pulg, y ahora esperaban otra genialidad. La osita no tuvo otro remedio que contestar:

- Mañana lo hablaré con la princesa, a ver qué se nos ocurre juntas.

    Alejandra ya sabía lo que había pasado con el Engañ-oso, pero no se le ocurrió nada para reformarlo. Aún estaban hablando, cuando sonó la campana de la merienda, y las dos amigas bajaron al comedor real, donde se encontraron con los reyes, muy contentos de ver a la osita.

- ¿Os pasa algo? -preguntó el rey Nelo a la mitad.- Hoy no te veo muy feliz, Pérez.

- Mi mamá me ha encargado la tarea de reformar al Engañ-oso, pero no se nos ocurre nada.

- ¡Qué difícil! -Exclamó la reina Fernanda cuando le contaron el caso- Pero le haríais un gran favor, porque si siempre está inventando cosas malas para salirse con la suya, al final le pasarán esas cosa malas de verdad, es la ley del Universo.

- Así es -confirmó el rey- Y cuando lo aprenda será ya demasiado tarde.

    Alejandra sonrió y miró a la osezna mientras decía:

- A no ser...

- Que nosotras se lo enseñemos -Acabó Pérez.

    Al acabar la merienda ya tenían su plan preparado. Hasta se iban a divertir.

Tras volver a Osolandia, lo comentó con su familia:

- La reina Fernanda me ha dicho que si alguien se inventa cosas malas para engañar a los demás, al final, esas mentiras que ha contado se volverán verdad y le irá muy mal en la vida.

- Es verdad, -respondió su papá el oso Graci- lo que dices se vuelve real, la palabra tiene poder.

- Por eso -añadió ahora la mamá- hay que ser positivos en el hablar, pensar, sentir y actuar.

    El Riji-osito se cansaba de tanta seriedad, y preguntó:

- ¿Tiene esto algo que ver con el oso Engaño?

- Precisamente, -contestó Pérez-osa- Ya sabemos cómo curarle de su vicio. Hay que hacer que lo que dice, las cosas malas que cuenta para ganar al fútbol o no hacer tarea, se hagan verdad.

- Eres un ángel. hijita, -se alegró Respetu-osa- así se le reformará mucho mejor que con castigos.

- Me gusta el plan -aplaudió su padre- ¿Cuándo empezamos?

    Hacend-oso y Gol-osa se unieron también a la conspiración y empezaron a poner el plan en práctica

Al día siguiente, la Pérez-osa habló con sus amigos, y su mamá con la familia de Engañ-oso para que la ayudaran. Y el oso Graci habló además con los profesores. La tarea primordial era que no se les escapara ninguna mentira del oso Engaño para actuar.

La primera ocasión fue en el partido de futbol del torneo infantil. El Athlétic Biboso perdía contra el Osovilla, cuando Engañ-oso perdió un balón en el centro del campo tras una limpia entrada de Ronald-oso. Inmediatamente, no más le quitaron el balón, el cuentista se tiró al suelo y se pudo a gritar:

-¡Falta, falta! casi me rompe la pata, seguro que estoy dos días sin andar bien.

    El árbitro paró el juego y el gol que el Osovilla estaba a punto de meter se quedó en nada. El "herido" se estaba levantando feliz, cuando el profesor de gimnasia del colegio se acercó corriendo a "examinar" la pata. Naturalmente estaba sana, pero tras sonreír a Riji y a Pérez, exclamó:

- Es cierto, está muy fea esta herida, hay que vendarla y no podrás jugar ni correr en dos días.

    En vano quiso protestar el lesionado. No podía decir que todo era mentira. Tuvo que dejar que le pusieran una venda y se conformó con ver el partido sentado, que acabó con la derrota de su equipo.

    En esos dos días le fue muy bien en la escuela, porque su mamá le pudo obligar a hacer las tareas, ya que no se podía escapar; pero el tercer día ya fue otra cosa. Mintió a su madre diciendo que tenía un trabajo de grupo y se fue a jugar toda la tarde dejando la tarea intacta. Mientras iba la mañana siguiente al colegio, pasaba cerca del río, allí tiró su cuaderno de tareas, y bien mojado, lo recogió, para llegar al cole llorando:

- ¡Profe, profe! Mientras venía me atacaron unas abejas y me tuve que meter en el río, y se me estropeó el cuaderno.

- El profesor simuló creerlo, y le contestó:

- Qué mala suerte. No te preocupes, mañana me traes la tarea y te pongo tu nota.

    Engaño-oso sonrió y se alegró de haber engañado al profe. Más tarde copió la tarea de un amigo y se fue muy contento.

    Claro que la alegría le duró solo hasta el día siguiente, pues cuando iba al cole con su cuaderno nuevo, resultó que una abejas le atacaron de verdad. Y de verdad se tuvo que meter en el río. Cuando se fue muy mojado y asustado, no vio que Hacend-oso, el hermano mayor de Pérez-osa, recogía sus abejas de miel, que él mismo criaba y se las llevaba entre risas.

    Otra vez llegó llorando a la escuela, pero esta vez el profesor no fue tan comprensivo y le dijo que ya la tarea no contaba para la nota. Engaño-oso estaba preocupado, pero solo pensaba que tenía mala suerte y que la próxima vez le iría mejor.

Esa próxima vez llegó pronto. A última hora la profesora de matemáticas le sacó a la pizarra. El osito no había estudiado nada, pero estaba tranquilo, el truco de la fiebre siempre funcionaba:

- Perdone, profe, pero creo que tengo fiebre, no puedo pensar bien. 

    La profesora le miró con comprensión. Pero en vez de decir que sentara y estuviera tranquilo, se acercó, le tocó su peluda frente, y exclamó:

- ¡Es cierto, ardes en fiebre! Vete a la enfermería corriendo. Pérez -añadió- acompáñale.

    El falso enfermo empezaba a sentirse enfermo de verdad, La osita habló con el enfermero, y éste agarró unas grandes y amargas pastillas y una gran inyección, mientras decía:

- Tranquilo, esto te va a curar enseguida.

- No, no ya estoy bien -dijo el oso Engaño mientras se levantaba.

    Fue inútil. El enfermero le sujetó fuerte y le puso la inyección sin piedad. Y sin darle tiempo a decir nada, le hizo tragar las amargas pastillas. Además le dio una nota para su mamá prohibiéndole salir esa tarde. Como la profesora le puso una buena tarea, ahora sí que le dolió la cabeza tras varias horas de trabajo, pero esta vez no quiso decir nada. No quería ni inyecciones ni pastillas.

    El día siguiente no tuvo problemas, porque tenía la tarea hecha. Fue al otro que tuvo problemas. El director del colegio les mandó traer dinero para arreglar la fuente del patio, que se estropeó. Engañ-oso le pidió la platita a su madre, pero luego se la quiso quedar. Por eso, cuando el director pasó a recoger el dinero, el osezno simuló estar muy nervioso y siempre con sus lágrimas de cocodrilo, gimió:

- Yo traía el dinero, pero llegando al colegio, unos vagos me pegaron y me lo robaron. Casi me muero del susto.

    El director simuló creerlo y le dijo cariñoso:

- Pobrecito. Tengo que decir a la Polici-osa que vigile mejor. Eso es intolerable. Tú no te preocupes, quédate a barrer el patio, ya que te quitaron el dinero.

    Las cosas no le iban bien del todo al Engañ-oso, pero mientras barría, se consoló pensando en lo que se compraría con el dinero "robado".

Vana esperanza, mientras volvía retrasado a casa, alguien le emboscó y le puso un saco encima de la cabeza, le tiró al suelo y se sentó encima para que no se moviera. Cuando el atacante se fue, se dio cuenta que le habían robado todo el dinero. Llegó a casa llorando, y esta vez con lágrimas auténticas.

Tal vez se hubiera reformado, pero llegaban los exámenes finales y como no hacía bien las tareas ni estudiaba, se imaginó que le iban a suspender. Estaba pensando que tenía que hacer algo nuevo para que no le castigaran otra vez, cuando su mamá fue a verlo:

- Hijo, voy a visitar a tu abuela que está algo enferma. Te vas a quedar dos día solo en casa. Tu hermana mayor vendrá a vigilarte y hacerte las comidas. Se bueno, nos vemos pasado mañana.

    El osito puso cara de tristeza y abrazó a su madre, pero en su interior estaba feliz. No solo porque podría estar a su antojo, también porque se le ocurrió un plan tan audaz como infalible.

- ¡Ahora diré que mi mamá ha sido raptada, y cuando vuelva, diré que me equivoqué, pero ya habrán pasado los exámenes! ¡Qué listo soy!

La osa Pérez, que hacía el turno de vigilancia, no podía creer lo que oía, pero tras un momento de reflexión, sonrió. Esta vez iban a dar el golpe definitivo. Fue a hablar con la hermana mayor de Engañ-oso, y ésta habló con la Polici-osa. A la mañana siguiente, dejó su pereza de lado (nunca era perezosa para ayudar a los demás) y se levantó pronto para llegar enseguida a la escuela, donde habló con el director.

El examen de matemáticas estaba empezando cuando llegó el oso Engaño, cómo no, llorando. Se acercó a la profesora y le dijo algo. No quería que nadie más se enterara para que no molestaran. La profesora hizo semblante de asustarse mucho y le llevó a hablar con el director. Precisamente, allí estaba la Polici-osa; los dos escucharon con aire de sorpresa la noticia:

- ¡Mi mamá ha desaparecido. Me levanté y no estaba en casa. Creo que la han raptado!

    La Polici-osa se encargó del asunto:

- Rápido, vamos a tu casa a ver si hallamos alguna pista.

    El plan salía a la perfección. Llegaron a su casa casi sin aliento, y allí el osezno se llevó una gran sorpresa: Su hermana mayor salía de la casa y habló con la Polici-osa.

- Qué suerte que ha venido usted. Mi madre ha sido raptada, y hasta me han dejado una nota.

    Entregó la nota a la Polici-osa y abrazó a su hermano que estaba temblando de miedo, ahora de verdad.

- Era mentira, -pensaba para sí- Era mentira, yo lo inventé. 

    Entonces, con cara muy seria, la agente de la ley se dirigió a él.

- Los raptores quieren las joyas que tu mamá guarda. Dice además, que tienes que ser tú mismo el que vaya a entregarlas este misma noche al bosque del molino. Si alguien te acompaña o tú no vas, harán daño a tu pobre mamá. Tienes que ser valiente.

    Los engañosos y mentirosos son siempre cobardes, y el nuestro no es la excepción. Casi se desmaya del susto. Naturalmente no quería ir, pero pronto le dejaron claro que no había otro remedio...

    Por eso, al caer la noche, con una bolsa de joyas, se adentró solo en el bosque, mirando donde su hermana le despedía. La polici-osa le tranquilizó:

- No tengas miedo. Los voluntarios han rodeado el bosque y si gritas, todos entraremos a ayudarte. ¡Adelante!

    Temblando de miedo se adentró entre los árboles. Al cabo de diez minutos, se encontró al fin con alguien. Una figura encapuchada que le dijo:

- Al fin llegas. Vienes tarde, si quieres volver a ver a tu mamá, ven conmigo. Y no digas nada, ya sé que hay osos vigilando.

    Se acercó a él y la tapó la boca con un paño, y luego le puso un saco en la cabeza. El osezno quedó inmóvil. Oyó pasos y entre varios le levantaron del suelo y se lo llevaron corriendo.

    Le pareció que iban muy lejos. Cuando llegaron le quitaron el saco y la mordaza. Miró a su alrededor gimiendo de miedo. Todo estaba oscuro. Sus raptores abandonaron el lugar. Quedó solo un momento. Entonces llegó una figura con una vela encendida. Era algo horrible. Alta y delgada, sin pelo ni piel; con unos ojos rojos llenos de astucia. Estaba acompañada de otras dos figuras cubiertas de metal reluciente. Y además se reía con voz cascada, como si fuera muy vieja.

- Ya quería conocerte, Engañ-oso. ¿Sabes quién soy yo?

- No, no sé nada. -lloró el oso-. ¿Por qué me has raptado  a mi y a mi mamá?

- Porque tú lo has dicho. -Fue la respuesta- ¿No has notado que cada mentira que dices se hace realidad? Te rompiste la pata, te atacaron las abejas, te robaron el dinero... y ahora, raptaron a tu mamá. ¿No es verdad?

El osezno solo pudo decir.

- Sí.

- Así debe ser. Es mi ley, yo soy la bruja Universo. Ahora te aviso. Todas las mentiras que digas, todos tus engaños, se harán realidad y vas a sufrir las consecuencias; mis ángeles, -añadió señalando los dos que le acompañaban- te vigilan siempre. La primera consecuencia es que te quedaste sin mamá.

    Tras decir esto, aparecieron más figuras en la habitación, portando antorchas. Hicieron un círculo alrededor del asustado plantígrado (así se les llama también a los osos) mientras gritaban.

- ¡Engañ-oso, Universo te castiga, nunca verás a tu mamá!

    El osezno gritaba de miedo, y finalmente dijo:

- ¡No, no volveré a mentir ni engañar a nadie nunca más! Seré buenecito a partir de ahora. Yo quiero a mi mamá.

    Al decir esto, todo el mundo se calló. Se apagaron las luces y se fueron en silencio. Hubo un momento de silencio aterrador. Hasta que apareció alguien con una pequeña vela de luz azulada. Apenas se la distinguía. Era alta, delgada, pero armoniosa, con una suave piel y unos extraños ojos llenos de paz.

- ¿Es verdad lo que dices? -Preguntó con voz suave.

- ¡Sí, de verdad, no te engaño!

- Si es verdad, podrás volver a casa y encontrar a tu madre. Pero no digas nada a nadie, porque creerán que mientes. Todo el mundo va a olvidar lo del rapto. Y si vuelves a engañar  a alguien, ya sabes lo que pasará, y yo no te salvaré otra vez.

- No engañaré a nadie nunca más, de verdad. Gracias. ¿Cómo te llamas?

- Me llaman el hada Yosoy. Soy tu espíritu interior.

    Y mientras hablaba, la luz se apagó. El osito no oyó nada, pero alguien se acercó a su espalda y le volvió a poner el saco en la cabeza. Otra vez se lo llevaron cargado un largo trecho, hasta que llegaron a un lugar y le dejaron solo. Le costó un momento sacarse el saco, y cuando lo hizo, se encontró en su propia habitación de su casa. Oyó voces familiares y salió, encontrándose con su madre y su hermana.

- Hola hermanito dormilón -saludo su hermana-, te llamamos para la cena pero estabas dormido.

- Y por esa cara, has debido de tener una pesadilla -acabó su mamá.- Ven, siéntate y cuéntanos qué te asustó.

    El osezno titubeó, pero acabó por decir la verdad:

- Creía que te habían raptado y yo tuve que ir al bosque a buscarte.

    Su mamá la abrazó y le dijo:

- Tranquilo, ya ves que no ha pasado nada. Cena rápido y estudia, que pasado mañana empiezan los exámenes finales.

    Se quedó tan sorprendido que no dijo nada. ¡Hasta eso había arreglado el hada Yosoy! Agradecido, se fue a estudiar después de cenar, y estudió al día siguiente. A partir de entonces, se acabaron los engaños, las mentiras, malas notas y castigos. Le costó un poco superar sus malos hábitos, pero sentía en su interior la fuerza del hada Yosoy, que le dijo que era su espíritu interior; y con eso, pudo enmendarse totalmente. Tanto que dejaron de  llamarle Engañ-oso y le acabaron llamando Verdad-oso.

Cuando dejaron al secuestrado en su casa, los raptores, es decir, la Osa Pérez y su familia, volvieron a su casa y de ahí al castillo de Alejandra, donde les esperaban los reyes, la princesa y sus caballeros, que habían representado los papeles de la bruja, el hada y los ángeles.

- Todo perfecto -Exclamó la osita al llegar. - Habéis sido unos espíritus estupendos.

- Ha sido divertido, -asintió Alejandra.

- Aprendió la lección -Añadió Respetu-osa- Gracias por ayudar a este pobre osito.

- Yo quería preguntar algo -dijo el osito Riji- Me ha parecido que esos personajes, Universo y Yosoy los conocía ya antes, aunque eran tan raros.

- Y tienes razón -respondió la reina.- Tal como dije disfrazada, son nuestros espíritus interiores. Todos tienen el mismo nombre, pero cada cual tiene los suyos.

- Yo también iba a preguntar eso -comentó Pérez-osa.

-Y yo, se sumó Alejandra.

    Esta vez fue la Respetu-osa la que respondió.

- Los niños están más cerca de sus espíritus, los mayores los olvidamos por preocuparnos de muchas cosas.

- Pero gracias a vosotras y lo bien que ayudáis a los demás, los estamos recordando. -Acabó el rey Nelo.

    El resto de los adultos asintió. Se sentaron a cenar juntos y siguieron hablando de eso, y de otras cosas. Esta aventura les había dado que pensar, pero no perdieron la alegría por eso, antes bien, la aumentó.

    A la hora de despedirse, Pérez y Alejandra fueron las últimas.

- Yo creo, -empezó a princesa- que nuestros espíritus eran amigos y por eso nos encontramos y nos hicimos amigas.

- Yo también lo creo. -Asintió la osezna- Y tal vez sean hermanos.

    Se abrazaron para despedirse, sabiendo que seguirían hablando de eso. Y como de costumbre, Pérez se despidió de los reyes.

- Gracias por todo. Nos han ayudado mucho, y nos han enseñado mucho también.

- Pues como tu dices, -la respondieron- para eso están los amigos.

    ¡Hasta la próxima!

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