La Osa Pérez y el Impetu-oso (en Osolandia, se resuelve)

Introducción para quien no conozca aún a la Osa Pérez



En el país de los Osos, también llamado Osolandia, viven los osos más listos del mundo, porque hablan, se visten, van a la escuela, comen en platos y con cubiertos... vamos, que son como niños y personas normales, solo que con más pelo y más gorditos. En su país no hay personas, viven con otros animales en sus casas, dentro de un bonito bosque. Comen verduras, frutas y miel, no comen otros animales, y si vieran un niño, no le atacarían, sino que se harían amigos, porque son muy buenos y agradables.

Como cualquier niño o niña, tienen nombres, pero no son los nombres que se les ocurre a sus padres osos, son nombres que explican su personalidad, es decir, cómo son y cómo se comportan.

Por ejemplo, nuestra amiga la Osa Pérez, se llama así porque es una Pérez-osa y no la gusta trabajar. Su papá es muy divertido y bromista, así que se llama Oso Graci, es decir, Graci-oso. La mamá es más seria, y no se suele burlar de nada, por eso se llama Respetu-Osa. Pérez-osa tiene dos hermanos, a su mellizo, le gusta mucho jugar, con todos los juegos se entusiasma y solo piensa en jugar, así pues, se llama Oso Riji, Riji-oso. Y el mayor es un trabajador que siempre quiere acabar pronto, y por eso es el oso Hacend, Hacend-oso.

La Pérez-osa tiene un espejo mágico por el que pasa al país de una niña, la Princesa Alejandra. Se hicieron las mejores amigas y corrieron sus aventuras juntas. Y siguen juntas ayudando a quienes las necesitan, porque son muy listas y siempre encuentran soluciones.

Empieza la aventura.

 La familia de nuestra amiga la Pérez-oso tenía más de un conocido en la famosa isla de Osotepe. Ya conocimos a la Religi-osa (la tía R-osa) cuando aquella aventura de la secta malvada que casi le roba el dinero a todo el mundo, hasta que la osa Pérez, la princesa Alejandra y sus amigos se lo impidieron.

Ahora vamos a conocer el oso Ímpetu. Como indica su nombre, era muy impetuoso, rápido para trabajar y poco presto a reflexionar. Todo lo quería arreglar rápidamente y como fuera. Su lema es: En Osolandia, se resuelve. Y rara vez fallaba en su intento.

Una mañana, nuestro nuevo amigo recibió una carta con el oso cartero. Era de su compañero de estudios Hacend-oso, el hermano mayor de Pérez. La carta decía:

Hola, Ímpetu-oso. ¿Cómo estás? Espero que estés bien y feliz. Saludas a tu familia de mi parte. Yo no estoy tan bien. El otro día me subí a una escalera para arreglar el tejado de mi casa, cuando se rompió el escalón de arriba apenas puse la pata encima. Ya te imaginas el morrón que me di. Me hice daño en la pata derecha y el brazo derecho también, por lo que casi no puedo moverme ni hacer nada.

Ya sabes que yo trabajo en el huerto de la casa y con las abejas, y en esta época hay mucho que hacer. Tenemos que defender el título de la mejor miel de Osolandia, que ganamos hace unos meses, además de los arreglos de la casa, que quedó estropeada tras las tempestades del otoño pasado. Eso hacía cuando casi me mato.

Así que hemos pensado en pedirte que te vengas a trabajar aquí para que nos eches una pata y compres algo para tu familia, que ya me enteré que se os ha roto el horno del pan.

Y, además, ya tengo ganas de verte y reír juntos; y el resto de la familia también quiere verte.

Hasta pronto.

En casa de nuestros amigos, estaban ya limpiando la habitación de invitados.

-       - Pérez -decía su mamá la osa Respetu- no te duermas y termina de limpiar allí para que tu hermano Riji-oso arregle la cama.

Porque en esa casa, no había machismo y todos colaboraban.

-       - ¿Seguros que Impetu-oso va a llegar esta noche? – Preguntó la osita.

-      -  Claro que sí, -contestó su hermano mayor desde su habitación de enfermo- ya lo conoces. Antes de terminar de leer la carta, ya ha hecho el equipaje.

-       - Seguro que sí -terció su padre Graci-oso- y si al llegar al muelle no está el barco, habrá hecho la travesía a nado.

No fue tanto, pero sí que al ponerse el sol, su amigo entraba feliz en casa, y tras saludar a la familia, subió a ver al accidentado con una sierra en la mano, mientras gritaba.

-       - A ver ese herido, que con esta sierrita le curo yo la pata. En Osolandia, se resuelve.

Y la respuesta fue:

-       -  Pues si tienes hambre y quieres comerte tu sierrita, no tienes más que intentar cortarme algo. Te voy a resolver yo a ti.

Y eso es solo el inicio de las bromas y las risas de las que disfrutaron esa noche.

El trabajo comenzó al día siguiente. Impetu-oso se levantó al salir el sol, y mientras se preparaba para el trabajo, despertó a todos los demás. El silencio y la calma no eran lo suyo.

-       - Vamos a reparar ese tejado malvado que casi acaba contigo. -Le dijo a su compañero- Ven que te ayude a bajar para que me indiques.

-      -  ¿Seguro que podrás conmigo?

-       - Claro, eres un pesado, pero no tanto.

Dicho y hecho, lo sacó de la cama, y sosteniéndolo bajo los hombros, lo acercó a la escalera. Fue entonces cuando la Pérez-osa, que fue la última en levantarse, se percató de la situación y fue a por su hermano Riji-oso, que estaba jugando a la play-osa 17 aprovechando que quedaba un rato aún para ir al colegio.

-       - Riji, corre, te necesito. ¡Urgente! -añadió al ver que su hermanito quería meter un gol antes de levantarse de su asiento.

Y afortunadamente llegaron a tiempo, porque con sus prisas habituales, el oso Ímpetu estaba empujando a su amigo escaleras abajo, y ya se iba de cabeza cuando sus dos hermanos alcanzaron a sujetarle.

-       - Tranquilos -aconsejó la osezna- no hace falta que ahora te rompas la cabeza.

Y entre los tres, llevaron al inválido sano y salvo a la mesa del comedor para el desayuno, aunque el Impetu-oso quiso trabajar sin desayunar, pero Respetu-osa se lo impidió.

Tras el desayuno, cada cual se fue a su trabajo o al colegio, y los dos osos pusieron patas a la obra. Hicieron muchas cosas. En la parte positiva:

Compusieron la escalera rota que casi mata a Hacend-oso. Arreglaron las tejas descolocadas. Limpiaron las malas hierbas del jardín de las abejas. Trasplantaron los tomates. Regaron el huerto.

En la parte negativa: Dejaron torcido el peldaño de la escalera. Rompieron unas pocas tejas al intentar colocarla. Con las malas hierbas arrancaron unas cuantas flores. Plantaron demasiado apretados los tomates y tuvieron que volver a empezar. Al regar el huerto acabaron con la reserva de agua y ellos mismos se empaparon.

Cuando lo contaron a la familia, Riji-oso casi se parte de risa, mientras que Respetu-osa comentó:

-       - Una jornada agridulce, mañana tengan más cuidado.

Todos estuvieron de acuerdo, aunque Hadend-oso no estaba muy sonriente. Él siempre hacía las cosas tranquilo para evitar desastres y no le gustaba que no fueran perfectas.

Sin embargo, los problemas llegaron a la noche, cuando tras cenar, el pequeño Riji enseñó al invitado su Play-osa 17. Su hermana estaba en su cuarto tranquila, mientras los oía reír y jugar, cuando de repente oyó a su hermanito gritar:

-       - ¡No, todavía no!

Y a renglón seguido lo vio pasar con su consola hacia la habitación del lesionado con cara de desesperación. Picada por la curiosidad, dejó su pereza de lado y fue a ver qué pasaba. El osezno estaba explicando lo sucedido:

-       - Ya la estábamos apagando, cuando tu amigo fue a desenchufarla. Yo le dije que todavía no, pero lo hizo de todas formas. Y ahora no enciende.

-       - No te preocupes -le tranquilizó el mayor- con cambiar un fusible, todo arreglado.

En eso llegó Impetu-oso, quien tan contento, se ofreció:

-       - Ya lo arreglo yo si quieres, déjame las herramientas.

El osezno no dijo nada, pero echó una mirada suplicante a su hermana. No quería que el oso Ímpetu volviera a tocar su preciada Play-osa 17. La osita comprendió y reflexionó rápido:

-       - Mejor ven a ayudarme a mi cuarto, el ropero se mueve mucho y las puertas no se cierran bien.

-      -  Claro que sí, eso lo arreglo yo en un periquete con papel y pegamento. En Osolandia se resuelve.

Fueron a la habitación, y en efecto, rápidamente dejó bien el armario mientras en el otro cuarto, los dos osos también componían la consola. Pérez suspiró aliviada… pero entonces, el oso Ímpetu se fijó en su espejo mágico (aunque claro, no sabía que era mágico y llevaba al palacio de la Princesa Alejandra) y exclamó:

-       - Qué bonito espejo. Yo creo que quedaría mejor en el otro lado de la habitación. Ahora lo muevo y verás.

La osita quedó horrorizada. Seguro que si lo tocaba lo rompía. Así que reaccionó rápidamente, y se puso en medio gritando:

-       - ¡No, a mí me gusta donde está! No lo toques por favor.

El aludido se pensó que era broma y avanzó para seguir el juego. Afortunadamente, el oso Graci pasaba por allí y le llamó.

-       - Déjala, es muy protectora con su espejo. Es un regalo que ella aprecia mucho. Yo creo que es mágico, como el espejo de Osanieves y los siete enanositos. Mejor ven a contarme cómo van las cosas por la isla de Osotepe.

Impetu-oso se rio de la broma del espejo mágico sin saber que no era broma, que era mágico de verdad, y se fue con su anfitrión para charlar un rato. Cuando ellos se fueron, asomó el osito Riji diciendo:

-       - Nos ha ido por poco. Mejor tener las habitaciones bien cerradas. Sería un desastre si le pasa algo al espejo.

-       - Tienes razón. Si papá no llega a pasar…

A pesar de los miedos de los oseznos, los siguientes días fueron tranquilos, salvo que el oso Ímpetu en vez de quitar un avispero con humo, quiso hacerlo más rápido con un palo y le dieron un montón de picotazos. Él se los curó con lodo y limones, como le había enseñado su abuela, mientras decía tan feliz su frase favorita: En Osolandia, se resuelve.

Ya tranquila respecto a su espejo mágico, la Pérez-osa seguía visitando a su amiga Alejandra. En su castillo había mucha agitación, porque se iba a celebrar el concurso anual del mejor caballero del reino. Este concurso tenía muchas pruebas, y no eran solo de luchar, como en otros reinos sin imaginación.

Una prueba era guiar a su caballo por el pantano; otra, rescatar una damisela en el bosque negro; también había que arreglar una armadura estropeada y ponérsela solos; capturar un ladrón que huye por el desierto; y este año había dos pruebas nuevas: vencer un dragón mecánico y atravesar la pista de la muerte en plena noche (un recorrido lleno de obstáculos, unos naturales y otros también mecánicos).

Ninguna de las dos amigas podía participar, claro, pero sí apoyaban a sus caballeros favoritos, con los que ya habían corrido alguna aventura: Darwin, y sobre todo Lucía, pues querían que una mujer ganara por primera vez el concurso.

Todo parecía marchar a la perfección, cuando tres días antes de la fiesta, Pérez encontró a la princesa muy triste.

-       - Hola, Pérez -dijo al verla llegar.

-       - ¿Qué pasa que estás triste? -Respondió la osita.

-       El super dragón mecánico se ha estropeado, y su inventor, que podría arreglarlo ha desaparecido. Y era la mejor de las pruebas este año.

-       - Qué raro. No puede ser coincidencia. Alguien quiere sabotear el concurso -Aseguró Pérez.

-       - Lo que faltaba. Entonces habrá que vigilar también la gran pista de la muerte. Porque si se estropea también, ya no habrá concurso. – Contestó Alejandra.

-       - Díselo a tu padre el rey y que pongan centinelas.

-       - Se lo diré, pero no creo que lo haga, pues sería como decir que sospechamos de algunos de los invitados y se podrían enfadar. Incluso al contárselo, mucha gente se enteraría y sería malo también.

-       - No le diremos nada, entonces. Nosotras lo arreglaremos. Nunca fallamos.

-        - Tienes razón. Hagamos nuestros planes. Parte una: arreglar el dragón.

-       - Parte dos: vigilar la pista para que el saboteador no pueda estropearla.

-      - Parte tres: atrapar al malvado.

-     -  Entonces, empecemos por el principio -dijo la osezna al cabo de un momento- ¿no hay nadie que puede arreglar el dragón?

-       Ya hemos buscado, y nadie se atreve. Y ahora que lo pienso, tu hermano ¿no podría hacerlo? Es hábil para todo. Reflexionó la princesa.

-       Aún no se ha curado del todo. Habrá que ver si con su amigo pueden hacerlo. En todo caso lo intentarán. Veamos el punto dos: ¿quién puede vigilar? Tal vez tus caballeros de confianza…

-     -  Pueden ayudar, -respondió la niña- pero levantarían sospechas.

-       - Entonces -concluyó la osita- habrá que echar mano del ejército de Alejandra. Ellos si sabrán deslizarse en la oscuridad y no levantarán sospechas.

Y así, las dos amigas prepararon uno de sus planes geniales. Y seguro que funciona bien.

Así, que, aprovechando la hora del almuerzo, con la familia reunida, la Pérez-osa anunció.

-    -  Familia, hace tiempo que no hacemos nada divertido. Vamos de nuevo a reunir el ejército de Alejandra y a correr otra de nuestras aventuras.

-     -  Genial -exclamó Riji-oso-, siempre dispuesto a la diversión y la emoción.

-     -  Espera. -intervino Respetu-osa- ¿de qué se trata?

-    - En el reino de Alejandra están preparando un gran concurso de caballeros, pero hay un saboteador que ha estropeado el dragón mecánico y sospechamos que va a estropear la pista de la muerte. Y solo nosotros podemos evitarlo.

Y en este momento, Impetu-oso, que no entendía nada, preguntó:

-     -  ¿De qué están hablando?

Y la osezna contestó con una sonrisa:

-     -  De mi espejo mágico.

Esa misma noche comenzó la operación. Los caballeros de confianza ayudaron a Hacend-oso a cruzar el espejo y le llevaron donde estaba guardado el dragón metálico. Impetu-oso estaba con él haciendo los arreglos necesarios. Por si acaso, su amigo le aclaró:

-     -  No estamos en Osolandia, así que aquí no se resuelve; se arreglan las cosas bien. Piensa que si esto funciona mal puede matar a algún concursante.

Así que tuvo que frenar sus ímpetus y trabajar despacito y con buena letra. Todo estaba siendo en secreto, para que el saboteador no volviera a interferir. Los caballeros les alumbraban el hangar y vigilaban que nadie se acercara.

Mientras, el ejército de Alejandra, los osos que habían sido ayudados en otras aventuras, como Gol-osa, Desastr-osa, Horror-oso, Mim-osa. Engañ-oso, Pulg-oso, pasaron en la oscuridad de la noche a vigilar la pista de la muerte. Esta pista era como un laberinto con algunos aparatos mecánicos que servían de pruebas para probar el temple de los concursantes. Si alguien los veía, pensaría que eran osos salvajes y se alejaría sin sospechar que estaban vigilando para descubrir al traidor.

Por último, Alejandra y Pérez, vigilaban los aposentos de los invitados para ver si alguno salía a escondidas para alguna turbia tarea durante la noche.

La noche fue fructífera. El arreglo del dragón avanzó mucho. Y los vigilantes de la pista encontraron que ya habían estropeado varias trampas para dañar a los concursantes: El foso del agua había sido profundizado y vaciado, de forma que quien cayera sufriera grandes daños y no pudiera salir. Habían plantado grandes espinos con afiladas agujas muy peligrosas. Las cuerdas para escalar el muro de piedra estaban casi cortadas para que se rompieran mientras alguien subía. Había nidos de avispas asesinas en algunos rincones…

El instinto y olfato de los osos fueron descubriendo estas cosas durante la noche, y se quedaron muy asustados al ver hasta donde llegaba el saboteador para dañar a los reyes y su reino.

A la mañana siguiente contaron sus descubrimientos a las jefas, que quedaron muy sorprendidas.

-    -   Entonces, -meditó la Pérez-osa.- El saboteador ya ha hecho su labor antes, y ha trabajado mucho.

-    -   Demasiado -añadió la princesa- Sin duda no es una persona, son varias, que empezaron a trabajar desde la construcción de la pista.

-     -  Algunos de los obreros estaban ayudando al sabotaje. -Adivinó la osita. - Deberíamos hablar con ellos.

-     -  Los obreros ya se han ido todos. Ayer se dio por acabada la obra y se les pagó. -Informó Alejandra.

-     -  Y, ¿nadie hizo una inspección antes de dar por acabado el trabajo?

-      - Es cierto, -exclamó la niña-. Los maestros de obra deberían haberlo notado.

Fueron pues a buscarlos, pero naturalmente habían desaparecido. Incluso fueron a los pueblos más cercanos, pero resultó que nadie los conocía. Y lo mismo pasó con los obreros. Entonces Pérez hizo la pregunta crucial:

-     -  ¿Quién los contrató a todos? Ése fue el culpable.

La princesa se pasó el día investigando, pero fue en vano. Lo divertido del caso es que nadie les había llamado. Aparecieron un día y todos pensaron que el mayordomo Uziel, o el caballero jefe Darwin, o el ama de llaves Katia, o los organizadores del concurso, los habían llamado.

Pérez y Alejandra se reunieron es el cuarto principesco para reflexionar.

-     -  Es increíble -suspiró la osezna -lo han hecho delante de las narices de todo el mundo.

-      - Viene tanta gente al castillo… respondió la niña.

Estaban realmente atascadas en su investigación. La parte buena es que el dragón quedó reparado, y la pista de la muerte quedó preparada para la prueba; pero el saboteador podía preparar alguna otra cosa en el último momento. Justo entonces alguien llamó a la puerta y entró. Era una de las dos personas que tenían ese poder: el mismísimo rey Nelo.

-     -  Hola papá.

-      - Hola rey.

-      - Hola hija, hola osita. Os estaba buscando.

-      - ¿Por qué papá?

-       Porque me han dicho que estabas buscando al responsable de las obras de la pista y me ha parecido extraño. Y todo el mundo lo sabía menos yo.

La princesa calló sin saber qué contestar, así que su amiga peluda contestó por ella:

-    -   Tras ver su obra, nos parece que es una persona muy inteligente, y nos hubiera gustado conocerlo y preguntarle cómo la había hecho.

Esa era la verdad, aunque no era para felicitarle, como parecía. Aún así el rey no estaba contento, pero en ese momento Uziel, el mayordomo del palacio se presentó, y como la puerta estaba abierta, llamó al monarca:

-     -  Majestad, os esperan el salón de trono.

-     -  Gracias, ya voy. Y dijo a las pequeñas: - Luego hablamos.

Ellas de miraron cuando se quedaron solas, y la osa dijo:

-    -   Si todos lo saben, el saboteador también.

-   -    Y saben que yo sospecho algo. Me he descubierto.

-    -   Estás en peligro, puede venir a por ti.

-    -   Cierto, pero no sabe que no estoy sola -dijo la princesa resueltamente.

-    -   Porque tu ejército está contigo. De todas formas, lo mejor será que pases a mi casa esta noche. Allí no te van a buscar.

-     -  Claro -asintió la Princesa- y además podríamos poner a alguien en la habitación para atrapar al malvado “in fraganti”.

-     -  Buena idea. Pondrá una cara muy graciosa cuando un gran oso lo detenga.

Naturalmente, los otros osos estuvieron de acuerdo. Los adultos del ejército (los papás de los ositos), se pusieron de acuerdo para hacer la guardia nocturna, mientras que los que no vigilaban dormirían en el cuarto de Pérez-osa por si acaso hacía falta ayuda. La princesa dormiría al otro extremo de la casa, aunque ella hubiera preferido estar cerca también.

Pusieron una muñeca en la cama real y dos osos vigilaban escondidos en los rincones. Las dos primeras guardias pasaron tranquilas, y cuando amanecía, el oso Graci y el oso Ímpetu, vieron que la puerta se abría despacito; el Impetu-oso quiso lanzarse sobre ellos, pero Graci-oso se lo impidió y le hizo esperar junto a la puerta. Tres hombres entraron con un gran saco para raptar a la niña, se acercaron en silencio a la cama y agarraron a la muñeca. Uno de ellos exclamó:

-     -  Huyamos, es una trampa. Ya me dijeron que la princesa es muy lista.

Ya iban a salir, cuando una gran sombra cerró la puerta, y al mismo tiempo, una voz rara gritaba al lado del espejo:

-    -   Alerta, ya están aquí.

Como los osos ven muy bien en la oscuridad, los raptores no tuvieron ninguna oportunidad, y antes de darse cuenta, eran ellos los que estaban dentro de unos grandes sacos.

Cuando les dejaron sacar la cabeza, estaban en las mazmorras con cuatro caballeros que los ataron con cadenas. Los osos y la princesa estaban escondidos en la oscuridad. El caballero Darwin preguntó enojado:

-     -  ¿Quién os ha dicho que raptéis a la princesa?

-     -  Nadie -contestó uno de los malos.- Creíamos que era el almacén del carbón.

Nada más escuchar esta mentira, una sombra se despegó de la pared, metió al hombre en un saco y le tiró a la chimenea, mientras ordenaba:

-     -  Prendan fuego.

Y el caballero Lucía así lo hizo. Pronto el saco empezó a arder, mientras se oían unos gritos horribles. Los otros dos raptores estaban muertos del susto, y no se dieron cuenta que lo que ardía no era el saco con su compinche, sino un saco lleno de paja, y que quien gritaba era el oso Graci muy divertido.

El caballero volvió a preguntar:

-     -  ¿Quién os ha dicho que raptéis a la princesa?

Uno de ellos iba a hablar, cuando el otro le interrumpió:

-     -  Nadie, queríamos cobrar un rescate y hacernos ricos.

Nadie le creyó, y su suerte fue la misma que el primer mentiroso. El caballero le dijo al que quedaba:

-    -   ¿Tú también tienes frío y quieres calentarte?

-    -   ¡Nooo! Fue el embajador de la Conchinchina. Él nos pagó cuando supo que la princesa sospechaba algo.

Ahora sí le creyeron. Le encerraron en otra mazmorra, y osos y caballeros deliberaron juntos.

-     - Hay que agarrarlo también y traerlo a las mazmorras -opinó Impetu-oso.

-      - No se puede encerrar a un embajador -respondió la caballero Lucía- Sería una declaración de guerra. Y varios de su país están en el concurso, así que sería un escándalo.

-     -  Es verdad -confirmó Alejandra- Es primo de su rey, además.

-     -  Tendríamos que tenderle una trampa también. -Dijo ahora Pérez.

Todos la miraron con asombro, y ella empezó a hablar…

A la hora del desayuno, la princesa bajó al comedor donde estaban los invitados con una gran sonrisa. El embajador se quedó muy sorprendido porque creía que la habían raptado esa noche; pero como buen político, sabía mentir y disimular muy bien; aunque le costó, porque Alejandra fue directa hacia él.

-     -  Señor embajador, qué gusto conocerlo. ¿Quién cree que ganará mañana el concurso?

-     - Seguro que sus caballeros de confianza -respondió lisonjero el hombre- solo espero que los aparatos mecánicos, sobre todo el dragón, funcionen bien. Son tan delicados…

-     -  Puede estar seguro que sí. Incluso diría que lo están esperando con mucho interés. -Afirmó Alejandra.- Además, me han dicho que el constructor era de Conchinchina, como usted.

-     -  ¿Sí? Vaya coincidencia.

-     -  Lo mismo que los trabajadores de la pista de la muerte. -Añadió ella- Por eso sabemos que han hecho un buen trabajo.

-     -  Me honra con su confianza, Princesa.

-     -  Cómo no. Precisamente, para reconocerlo, he propuesto que sean ustedes los que inicien la prueba en la pista de la muerte.

Y ahora sí que el embajador se asustó. Sabía que la pista podía matar a los concursantes, porque él mismo la había saboteado. Si decía que sí a la princesa, su gente corría peligro, y si decía que no, sería como confesar que él era culpable.

Por otra parte, sabía que la niña sospechaba, y el fracaso y desaparición de sus sicarios era una muestra elocuente del peligro que corría. Tenía que pensar algo, pero no tenía mucho tiempo, era el último día antes del concurso. Quería quedarse solo para pensar, pero Alejandra no le iba a dejar.

-     -  Por su silencio, supongo que acepta mi idea de empezar el concurso.

-     -  Será un honor, alteza. -No tuvo más remedio que responder.- se lo comunicaré a mis caballeros.

-     -  Claro. Le dejo, señor embajador, ha sido un placer.

-    -   El placer es todo mío, Alteza.

El traidor dejó la sala en cuando Alejandra hubo salido, para avisar a sus caballeros. Ellos no sabían nada del complot. Por si acaso, el embajador prefirió que fueran inocentes; además, se podían haber negado a ese sucio plan, como buenos caballeros que eran.

Los caballeros de la Conchinchina dormían en el ala este del castillo; allí se dirigió el diplomático a toda prisa. Pero al llegar, no encontró a ninguno de sus seis hombres. Se quedó mirando, cuando un criado del palacio, le pregunto:

-     -  ¿Busca a alguien, señor embajador?

-     -  Claro. Busco a mis caballeros

-      - Salieron esta mañana. Fueron invitados a una cacería de osos.

-      - ¿Dónde fueron?

-      - Al bosque negro, señor.

Y al oír esto, salió hacia las cuadras para montar en su caballo. Mientras, pensaba que la Princesa lo había descubierto y que estaba en grave peligro.

Montado en su caballo, se dirigió al bosque negro en busca de sus caballeros. Los caballeros, por su parte, habían salido en dirección contraria, hacia el pantano verde.

El embajador llegó al bosque negro. Sabía que era peligroso entrar y muy fácil perderse. Se quedó pensando qué hacer, cuando a lo lejos oyó un grito:

-     -  ¡Por Conchinchina! Cacemos esos osos

Y vio un caballero con armadura a caballo. Así que no se lo pensó y puso su montura al galope, adentrándose en la foresta. Guiado por los gritos y fugaces visiones de armaduras, llegó casi al centro del bosque: allí perdió todo rastro de los que creía sus hombres, y tuvo que confesarse a sí mismo que estaba perdido.

Condujo su caballo de aquí para allá, sin hallar la salida. Se creía muy listo, y no se le ocurrió dejar las riendas sueltas para que el caballo volviera a casa solo, pues el animal sí conocía el camino.

Estuvo pues, perdido hasta la tarde, cuando oyó de nuevo voces. Esta vez le llamaban a él. Respondió con fuerte grito.

-     - ¡Aquí estoy!

-    -   Señor embajador. -respondió el caballero Darwin llegando a su lado- La Princesa nos mandó buscarle. ¿Está usted bien?

-     -  Lo estoy, gracias. Volvamos al castillo.

Sin más hablar emprendieron el camino. No podía saber el hombre que este caballero fue el que daba gritos y le perdió en la mañana. Tenía orden de extraviarlo primero y luego de “encontrarlo”.

Mientras, los caballeros de Conchinchina no tuvieron mejor suerte. Había muchos osos, pero eran los más listos que nunca encontraron. De hecho, más listos que ellos, por que era el ejército de Alejandra. Claro, no cazaron nada, salvo lodo, mosquitos, cansancio…

Embajador y caballeros volvieron al castillo cada uno por su lado, justo a la hora de la cena. Así que el embajador no pudo hablar con sus hombres. La princesa le saludó sonriente desde la mesa real y muy amable, le dijo al caballero Lucía que le acompañara a sus aposentos o a donde quisiera el señor. Así la niña se aseguraba que el traidor no avisaba a sus hombres.

Acabada la cena, marchó a su cuarto, cruzó el espejo mágico y se reunió con Pérez y su ejército.

-     -  ¿Todo bien? -le dijo su amiga cuando la vio.

-     -  Todo bien. Asintió ella. El embajador tuvo que irse a sus aposentos sin ver a sus hombres. Así que lo que quiera hacer lo tendrá que hacer esta noche y solo.

-      - Ahora sí que lo atrapamos -exclamó alegre Impetu-oso.

-     -  Antes de eso hay que seguir vigilando esta noche. -Dijo Respetu-osa.

-      - Lucía va a vigilar el dragón desde la torre -explicó Alejandra- Hace falta alguien que esté abajo para actuar deprisa.

-     -  Riji y yo estaremos allí.- se ofreció Graci-oso- Voy a enseñarle a este enano lo divertidas que son las guardias.

-       Y hace falta otro equipo que esté en la pista -señaló Pérez.- creo que Impetu-oso podrá ser el jefe de este grupo.

Otros miembros de su familia iban a oponerse porque no se fiaban nada de él, pero la osezna les guiñó un ojo rápidamente. Se le presentaba la oportunidad de dar una lección a su amigote, como ya habían hecho tantas veces con otros osos. Por eso, le preguntó:

-      - ¿Aceptas?

-      - Por supuesto.

-      - Entonces, serás el responsable de todos, así que tendrás mucho cuidado. La pista es peligrosa, no dejes que nadie se arriesgue inútilmente, debes controlar a todos tus osos. Y si llega el embajador, no lo espantes, deja que entre en la pista y lo sigues. Irá a revisar todas las trampas, pero no debes dejarle. Cada vez que lo intente, tú o alguien más, le debe asustar y alejar, así hasta que se pierda en el laberinto. No debe salir de la pista, debe pasar allí toda la noche.

-Alejandra añadió:

-     -  Recuerda ser muy prudente y cuidadoso. Todo depende de ti.

-      - Este es tu gran reto.- Le dijo solemne Hacend-oso.

-     -  Lo haré bien -respondió el oso Ímpetu.

Rápidamente, todos salieron a cumplir su misión. El embajador salió de su cuarto a media noche, como habían sospechado, y salió por una de las puertas secretas para que nadie lo viera, pero los caballeros de la princesa estaban vigilando y lo vieron. Darwin encendió un fuego para que Lucía supiese lo que pasaba, y ésta avisó de igual forma al oso Graci, que envió a Riji-oso a vigilar el camino para ver dónde iba, si donde estaba el dragón, o a la pista.

-     -  Papá, -susurró el osito- va por el camino de la pista.

-      - Muy bien, hijo. Vamos a seguirlo por si acaso. Pero antes, voy a hacer la seña a la caballero Lucía.

-Así lo hizo y ésta hizo otra seña a los que estaban vigilando la pista. Pulg-oso y Mani-osa estaban esperando la señal, y al verla, avisaron a su jefe.

-     -  Ya viene.

-     -  Bien, todos a sus puestos. Ya sabéis lo que hay que hacer.

El traidor entró con muchas precauciones en la pista, y se dirigió a ver si las colmenas de abejas asesinas estaban allí. Al acercarse oyó el zumbido, y se alejó corriendo. No sabía que eran abejas normales de las que criaba Hacend-oso.

Se dirigió a las trampas de arena, pero antes de examinarlas, una gran piedra cayó a sus pies. No se acordaba de haber puesto esa trampa, pero por si acaso, no se acercó. Además, desde allí vio que la arena esperaba amenazadora a los incautos

Los androides asesinos estaban donde él los dejó, aunque como al aproximarse se pusieron en marcha, no pudo ver que tenían las armas de madera, no de metal mortal. También vio a las pirañas caníbales en los pozos, aunque no distinguió que eran peces normales. Lo mismo pasó con el pozo sin fondo, lo vio, pero no pudo cerciorarse porque cayó en un gran hoyo y le costó mucho salir.

Tras esquivar por poco a las lanzas y flechas de otras pruebas, se dirigió a la última, al laberinto. Allí habían puesto unas señales al revés para que se perdieran los concursantes, pero no los de Conchinchina. Se metió y vio que estaba todo bien, pero al buscar la salida, incomprensiblemente se perdió, como si alguien hubiera cambiado las señales.

Que fue exactamente lo que había pasado. Los osos estaban siempre pisándole los talones y arreglando todo, y fueron ellos los que cambiaron las señales. Cuando lo vieron perdido, Impetu-oso, llamó a los demás para dar las últimas instrucciones.

- Atención ahora. Nos vamos a colocar en los caminos que llevan a la salida, y cuando se acerque, vamos a gruñir fuerte para que se asuste y se aleje. Así hasta que se le apague la antorcha y se siente a dormir. En ese momento, sin que nos vea, le metemos en el saco hasta el amanecer, que oigamos que vienen todos para el gran concurso. Él pensará que es otra trampa de la pista. Nunca debe sospechar que la princesa y nosotros estamos detrás de todo.

Así lo hicieron. El embajador fue extraviándose cada vez más, y cuando se quedó sin luz fue fácilmente capturado.

-     -  He caído en mi propia trampa, -pensó- y eso que lo sabía. Si entran mis caballeros y mi propio hijo, van a morir. Debo escaparme y advertirles como sea.

Pero hasta el amanece no pudo escapar, cuando las cuerdas que le sujetaban fallaron y se desataron aparentemente solas. Oyó entonces el ruido de la comitiva que llegaba, y salió a su encuentro cuando se anunciaba que los caballeros de Conchinchina serían los primeros en entrar.

-      - ¡No! -gritó con fuerza- la pista es muy peligrosa, si entran pueden morir.

Todos quedaron sorprendidos. El gran mayordomo de palacio, Uziel, que tenía la responsabilidad de los juegos se quedó mudo y miró a la familia real sin saber qué hacer. Los reyes tampoco decían nada, pero entonces la Princesa le hizo una señal al caballero Darwin, quien gritó:

-     -  ¡Señor embajador! Explíquese. ¿Insinúa que los reyes han hecho una pista para matar sus caballeros? Usted miente, esa pista no es un peligro mortal.

Decir a un noble que mentía era un gran insulto, y el embajador se llenó de rabia. Contestó:

-     -  Yo no se quién ha hecho eso, pero es una pista mortal, y usted pagará por su insulto.

La princesa miró ahora a Lucía, quien se adelantó exclamando:

-     -  El caballero no pagará nada, señor Embajador, hasta que usted no demuestre que dice la verdad.

-    -  Yo no volveré a entrar allí, es una trampa.

Ahora Alejandra indicó a Lucía para que siguiera:

-     -  Es usted muy dueño de tener miedo, señor embajador.

Llamar miedoso a un noble era también una ofensa mortal. Y contestó aún más enfadado:

-     -  Ustedes me insultan para asesinarme. Entren ustedes, entonces.

Y ahora le tocó al caballero Darwin contestar:

-     -  Será un placer, detrás de usted, señor embajador.

-     -  He dicho que es una trampa y no entraré.

Para entonces, los reyes se habían dado cuenta que su hija planeaba algo, y aunque no muy conformes, la dejaban hacer. Y no se extrañaron cuando ésta se levantó y sonriendo dijo al embajador.

-    -  ¿Y no vendrá conmigo el señor embajador? Esa pista funciona muy bien, y yo ni miento ni tengo miedo.

Era un insulto, pero una princesa sí podía insultar a un noble. El hombre ya estaba tan enfadado que casi se vuelve loco y perdió toda su diplomacia:

-     -  Tú lo has preparado todo, supiste que había saboteado los juegos y te escapaste cuando te intenté raptar, y me has tendido esta trampa. Me las vas a pagar. ¡Caballeros de Conchinchina, al ataque!

Pero los caballeros, después de oír a su jefe, se sintieron avergonzados de él y no sacaron sus armas. El embajador intentó huir entonces, y hasta encontró un caballo y salió al galope, pero apenas se perdió de vista, se oyó un grito y al poco, volvía el caballo con un saco en la grupa, relleno de embajador traidor.

Cuando se aclaró el lío, los caballeros de Conchinchina se llevaron al embajador a su país, de donde nunca más volvió. Los juegos finalmente se celebraron sin problemas, y la caballero Lucía ganó el primer premio para alegría de todos.

La celebración fue a la noche. Todos lo pasaron muy bien, y cuando ya se iban todos, los reyes hablaron con su hija:

-     -  Bonito enredo te has traído entre manos y zarpas -dijo la reina Fernanda. -Di a tu amiga que venga para que nos expliquéis todo.

La osita ya se lo esperaba, y atravesó el espejo con su familia, incluido el oso Ímpetu. Les contaron cómo habían descubierto el complot, pero que no se lo dijeron para evitar un incidente diplomático, y que lo resolvieron ellos por la misma razón. Añadieron el intento de rapto, el trabajo del ejército de osos, y cómo Impetu-oso y Hacend-oso habían arreglado el dragón y la pista.

-      - Pues menuda habéis armado -comentó la reina.

-     -  Y todo a nuestras espaldas -añadió el rey Nelo.- Pobrecito embajador, enfrentarse a Alejandra y Pérez ha sido demasiado para él.

-      - El próximo año -añadió Fernanda- no pondremos dragones ni pista, solo les diremos que luchen contra vosotras, a ver quién gana.

Entonces Graci-oso, respondió

-     -  Pobres caballeros, será una prueba demasiado difícil para ellos.

La fiesta continuó, ahora con los osos. Cuando ya se iban, los reyes se despidieron especialmente del oso Ímpetu:

-     -  Tú fuiste el jefe al final, ¿qué te han enseñado las dos pequeñas con eso?

-    -   Que no hay que ser tan impetuoso. Todo se resuelve también con un poco de tranquilidad

-      - Tú no sabías que esas dos se dedican a enderezar los osos que lo necesitan, ¿verdad? -Preguntó la reina.

-    Claro que no. Pero ahora ya las conozco.

- Y ahora eres parte del ejército de Alejandra -le explicó el rey. Así que te veremos de nuevo.

-  Claro que sí. Siempre que haya algo que arreglar, ya saben: en Osolandia se resuelve.

Finalmente, se despidieron de los demás:

- Gracias a todos por arreglar todo este lío. Podía haber sido un desastre si los traidores se salen con la suya.

-  Para eso están los amigos.

    Y todos contentos. Hasta la próxima, amigos.

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